En el numero d’estiu de la revista Verde es Vida s’ha publicat un article sobre els jardins de baix consum d’aigua. Nosaltres hi hem participat explicant la nostra experiència. Aquí teniu l’article sencer.
Hacer jardines cuando cada gota cuenta
¿Cuánta agua podemos dedicarles a los jardines cuando cada vez llueve menos?
La sequía y el aumento de las temperaturas relacionados con el calentamiento global impulsan formas más sostenibles de entender la jardinería mediante una selección de plantas adaptadas a la falta de agua y el calor. Los jardines que te enseñamos en estas páginas, todos de bajo riego, enseñan un camino que se asienta en el reconocimiento de la nueva realidad climática con prometedores resultados.
Los episodios de sequía, que coinciden con unos veranos cada vez más tórridos en la región mediterránea, son una realidad que no se puede ignorar a la hora de concebir un jardín. El agua es un bien cada vez más escaso que es necesario cuidar y administrar con juicio. Es responsabilidad medioambiental y sentido común: unas plantaciones no adaptadas a esta nueva realidad climática difícilmente puedan sostenerse en el tiempo, a larga no serían viables ni siquiera invirtiendo ingentes cantidades de dinero en riego.

Entonces, ¿qué jardines podemos, debemos, proponernos en estos tiempos marcados por el calentamiento global? La clave de bóveda es seleccionar plantas capaces de soportar la escasez de agua y el calor (y el frío en las regiones centrales de la Península) y renunciar a aquellas exóticas demasiado exigentes por su falta de adaptación. La gama disponible es muy extensa: la Cuenca Mediterránea ofrece unas 25.000 especies, entre ellas muchas nativas ibéricas, más unas 50.000 procedentes de otras regiones del mundo de clima análogo. El objetivo es establecer plantaciones más adaptadas y naturales.
“Lo principal en lo que deberíamos quizás llamar la ‘Nueva Plantación’ es el deseo o tal vez, más apropiadamente, el reconocimiento de la necesidad de elegir plantas que se adecúen a las condiciones existentes”, escribe Noel Kingsbury en Wild, The Naturalistic Garden, su último libro (Phaidon, 2022). “Esto se basa en tomar conciencia de que no obstante lo difícil que sea la situación (dentro de lo razonable), la naturaleza cuenta con un programa de bella flora silvestre para ese entorno. Comprenderlo es clave de cara al aspecto más importante de la sostenibilidad de las plantaciones: conservar el agua”. Unas plantas bien adaptadas no solo consumen menos agua sino también menos fertilizantes, y requieren menos dedicación, todo lo cual se traduce costes de mantenimiento más bajos.
Pero estas nuevas plantaciones, y con ellas unos jardines que rompen con el estereotipo de las grandes extensiones de césped y los despliegues florales típicos de la jardinería del norte de Europa, implican un cambio de paradigma: una nueva estética y una nueva sensibilidad y manera de ver y apreciar las plantas, más allá de las populares lavandas, romeros, salvias, tomillos y teucriums… Los resultados están a la vista en estas páginas y en los artículos Jardines exuberantes… de bajo riego, Color y belleza a prueba de calor y sequía y Es momento de plantar las especies mediterráneas, que hemos publicado en Verde es Vida. Un camino jalonado de proyectos de enorme interés y (otra) belleza.
¿Es posible un jardín seco?
Ahora bien, ¿es realista plantear una jardinería sin riego como defiende el viverista francés Olivier Filippi (le entrevistamos en Verde es Vida no 87). Hay ejemplos en España, como el jardín de Granja Alnardo, en la Ribera del Duero (en las páginas 42-45), diseñado por el paisajista inglés Tom Stuart-Smith, donde los arbustos mediterráneos perennifolios compensan el agostamiento de las plantas herbáceas en verano. Sin embargo, como subraya Noel Kingsbury en el capítulo The Dry Garden de Wild, “la disparidad estacional es algo con lo que tienen que aprender a vivir aquellos que genuinamente desean tener un jardín sostenible y sin riego”. El obstáculo principal no proviene de la horticultura, “la dificultad es cultural y psicológica: el verano es tiempo de relax y vacaciones, actividades que para mucha gente son inseparables de la hierba verde y las flores de colores”, escribe
En la costa de Cataluña
Mercè Trias y Jordi Piera, de Estudi de Jardineria, diseñan y plantan jardines en la costa catalana. Son los autores de los jardines y huerto del Hostal Empúries, en la playa de Portitxol, en L’Escala, un proyecto acorde con las premisas de este establecimiento hotelero, el primero en Europa en recibir el certificado ecológico Leed (Leadership in Energy and Environmental Design), en 2010. El trazado es formal, pero con plantaciones informales de especies mediterráneas de aspecto silvestre, que se extienden a las dunas bajo la sombra ligera de un bosque de pinos. “La sal y la tramontana son dos factores limitantes, además de las singularidades del clima mediterráneo”, explica Mercè.

El riego: “Diseñar pensando cómo se regarán las diferentes zonas del jardín es importante para optimizar el agua. En el Hostal Empúries cada zona tiene su fase de riego: áreas de tapizantes pisables, los parterres del jardín más cercano a las habitaciones, los parterres más alejados de edificio, el huerto… excepto la zona de bosque, donde no hay sistema de riego. Solo regamos por aspersión las áreas de césped, que hemos reducido al máximo, y donde intentamos cada vez más utilizar grama (Cynodon dactylon), Zoysia u otras especies C4, que requieren menos agua. Todo lo demás se riega con goteros autocompensantes, ya que se aprovechan y mezclan aguas recicladas con agua de un pozo y pluviales. Es agua de muy poca calidad, así que después de unos años hemos visto que algunos goteros del tubo se obstruyen, lo cual no es un inconveniente donde hay arbustivas y vivaces resistentes a la sequía, que están más que establecidas y no necesitan ayuda; sí lo es donde hemos plantado Phyla nodiflora, por ejemplo, junto a los caminos.
El terreno es arena de playa, extremadamente drenante, con lo cual los riegos tienen que ser más frecuentes y menos abundantes que si se tratara de un suelo arcilloso, caso contrario, el agua profundizaría más de lo que las raíces podrían aprovechar. En función de las lluvias y el estado de las plantas regamos más o menos, pero, en general, de junio a agosto las zonas de Phyla se riegan en días alternos y el resto del jardín una vez a la semana. Tras las primeras lluvias de septiembre, el goteo de los parterres se baja a una vez al mes y la Phyla una vez a la semana. De noviembre a abril se para el riego y solamente se efectúa uno si el tiempo es muy seco.
En cambio, si en los terrenos arcillosos hacemos riegos cortos y frecuentes, las raíces no profundizan y a la mínima que falte agua las plantas sufren. Necesitamos raíces profundas para tener plantas resistentes. Hemos hecho jardines en suelos arcillosos sin sistema de riego por goteo a condición de que el terreno esté descompactado, tenga una buena estructura, las plantas estén bien escogidas y quien cuide el jardín sepa ver el momento crítico y riegue en profundidad cuando sea necesario. La experiencia nos dice que con uno o dos riegos al mes en junio, julio y agosto se pude tener un jardín bonito. Pero hay que entender que habrá plantas un poco secas y el aspecto no será el de un jardín inglés.
En nuestra área se podría hacer un jardín sin riego, es decir en el que las plantas, una vez bien establecidas, ya no se rieguen, solo si estamos dispuestos a aceptar la paleta de plantas con un código de sequía superior a 3,5. Sería un planteamiento muy radical y tendríamos que ser muy conscientes de que en verano el jardín tendría un aspecto seco y que algunas plantas sufrirían e incluso podrían morir. En años extremadamente secos podríamos perder muchísimas plantas”.
El suelo: “Es muy importante conocer la compactación del suelo. Muchas veces el terreno parece ‘bueno‘, pero debajo hay una suela de compactación, creada por maquinaria, el paso de vehículos pesados o por la base de material de obra compactado mezclado con cemento. En un terreno arcilloso es más fácil encontrar este tipo de suelas. Descompactarlo es vital, ya que las raíces de las plantas tienen que poder crecer y profundizar. En terrenos muy arcillosos mezclamos arena y materia orgánica para mejorar la estructura. Si queremos plantar especies más xerófilas aportamos menos materia orgánica para no aumentar tanto la fertilidad del suelo; no es necesario ni aconsejable pasarse: es mucho mejor que las plantas crezcan compactas y lentamente, así serán más resistentes y nos darán menos trabajo.
En Empúries aportamos una capa de 15 cm de un triturado vegetal en descomposición y compost vegetal (estiércol y restos vegetales compostados), la mezclamos con la arena existente a una profundidad de unos 40 cm. Después de plantar y pasar el tubo de goteo tapamos con 10 cm del mismo triturado. Esta capa de mulch se va renovando de manera natural a medida que van cayendo hojas y se repone donde haya desaparecido”.
Las plantas del jardín del Hostal Empúries
“En el jardín central del Hostal Empúries las plantas tenían que ser resistentes a la sequía (por lo tanto utilizamos plantas con código de sequía no inferior a 4), a la salinidad ambiental y al viento; debían ser preferiblemente autóctonas, y en caso de exóticas, que no fueran invasoras; además, tenían que asegurar la presencia de flores durante la mayor parte del año, y mantener una armonía con el entorno: aspecto mediterráneo, vegetación de costa. En el resto del jardín los criterios se mantenían, pero se introducían más exóticas y no era necesario que fueran tan resistentes a la sequía, el viento y la sal.
Por ejemplo: Agapanthus praecox y cultivares, Hebe sp., Gazania rigens. En zonas de sombra, Ophiopogon jaburan, Liriope ‘Evergreen Giant’, Asparagus densiflorus y ‘Myersii’, Ruscus hypoglossum… En el jardín central florecen de enero a marzo el romero ‘Corsican Blue’ y alguna otra variedad y la Westringia fruticosa; de marzo a mayo, los Phlomis ‘Marina’, P. viscosa y P. fruticosa, Lavandula dentata, Helichrysum italicum y Tulbaghia violacea; en junio y julio, Tamarix ramosissima, Limoniastrum monopetalum y ‘Carnaval’, Perovskia atriplicifolia, en poca cantidad, y Vitex agnuscastus; de septiembre a noviembre, la Tulbaghia violacea.

Además contamos con las espigas de las gramíneas Ampelodesmos mauritanicus y Ammophilla arenaria, y hemos tenido alguna sorpresa agradable, como el Lagurus ovatus, una gramínea autóctona anual muy ornamental que se resiembra donde puede y la respetamos. La sombra nos permite cultivar Pittosporum tobira ‘Nana’ (código de sequía 3) tan solo regando en profundidad dos o tres veces durante el verano en los años más secos, al igual que las Westringia fruticosa y ‘Naringa’. Los volúmenes más importantes los aportan los lentiscos (Pistacia lentisco) y, en cantidades menores, mirtos, filirreas y Tetraclinis articulata, entre otros”

Autora de l’article: Elita Acosta, directora editorial de Verde es Vida